Primero, las competencias
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Quienes compartimos una visión gradualista de la Historia no negamos que en momentos muy determinados se producen situaciones críticas que devienen en saltos políticos, sociales, culturales, etc. impensables en otros momentos. Aunque mucha gente pasa su periodo vital soñando vivir uno de esos saltos no hace falta ser historiador para comprender que a la inmensa mayoría de las personas no le toca, por mucho voluntarismo que pongan de su parte. El común de los mortales vivimos una existencia donde el cambio histórico es gradual, etapista, progresivo… no exento de regresiones. Es menos épico pero no por ello menos necesario. Igual sucede con los movimientos nacionales, que no siempre se alimentan de coyunturas patrióticas ineludibles sino, antes bien, de la más modesta y habitual conquista de lo cotidiano.

El momento actual del canarismo no es soberanista; la sociedad canaria, a día de hoy, tampoco. Pensar que éste es un momento de triple salto mortal del autogobierno y no de resistencia es haber perdido definitivamente la brújula. Toca reagruparse y volver a alinearse con una sociedad que, mayoritariamente, es defensora del autogobierno y su desarrollo pero no simpatiza con propuestas que entiende como radicales e irrealizables. Ningún proyecto político tiene demasiado interés si no tiene pueblo detrás. Si se anteponen los deseos de minorías muy minoritarias a las tendencias realmente existentes y preponderantes en la sociedad canaria el resultado inevitable será una desconexión aún mayor, un alejamiento del cuerpo social canario, profundizar en el actual declive electoral de las fuerzas canaristas y ceder más terreno al sucursalismo y su proyecto histórico.

No hemos agotado ni mucho menos nuestra batalla por el autogobierno. Se equivocan quienes piensan que no queda nada por hacer y, por eso, nos encontramos en una nueva etapa que sólo ellos vislumbran. Quienes quieran continuar profundizando en que este pueblo alcance cotas de soberanía posibles tienen un magnífico objetivo político en el que poder concentrarse y en torno al cual poder reunir al canarismo, partidista y de la sociedad civil: agotar el Estatuto de Autonomía de 2018. Servirá poco a la épica en la que prefieren instalarse algunos pero, para el conjunto de la sociedad canaria, es bastante más útil.

Hablamos de casi treinta competencias, muchas de ellas de enorme interés y potencial: comercio exterior, inmigración, centros penitenciarios, ordenación del litoral, puertos y aeropuertos, telecomunicaciones, participación internacional a nivel europeo, etc. Un autogobierno sólido no puede basarse en otra cosa que en el ejercicio efectivo, eficaz y eficiente de dichas competencias; en la naturalización mayoritaria por parte de nuestro pueblo de que autogobernarnos significa, sobre todo, responsabilizarnos de nuestros asuntos, como muestra de madurez política. 

Si una crítica, entre muchas, hay que hacer a los partidos canaristas es que han sido muy poco autonomistas, renunciando en la práctica a desarrollar el autogobierno posible para encapsularse en la cíclica batalla del REF y los Presupuestos, sin marcarse otras metas, por modestas que éstas sean. Que empiecen por ejercer el autonomismo del que hace gala su electorado. Agotemos primero el Estatuto de 2018. Saltarnos ese paso en pos de no sé sabe muy bien qué proyecto es querer correr y atarnos los cordones al mismo tiempo o, peor, una cortina de humo para distraer al personal. Primero, las competencias.

* José Miguel Martín es miembro de Canarismo y Democracia.