Centralidad y transversalidad del canarismo en Madrid
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Dos conceptos deben ser convocados permanentemente al análisis y la ejecución de una política canarista en el contexto actual: centralidad y transversalidad. En mi opinión, sólo de la necesaria y equilibrada conjunción de ambos así como de la búsqueda de su más amplia realización, puede venir la (re)conquista de la iniciativa por parte del canarismo, ahora en manos del PSOE. A su vez, dicha conjunción sólo podrá ser fruto de acuerdos razonables y justos entre las fuerzas del canarismo que sitúen en primer lugar la defensa de los intereses de las mayorías canarias entre sus objetivos. Por último, este artículo dirige su mirada a la actuación de las fuerzas canaristas en Madrid. Focalizar en Canarias implicaría unas precisiones que en estas líneas no cabe desarrollar.

La centralidad, distinta del centro ideológico, hace referencia a la conquista de una posición en el tablero político desde la cual ejercer el liderazgo a la hora de situar temas en la agenda pública, introducir debates novedosos con perspectiva propia y, en fin, disputar la batalla del sentido común: definir en cada momento el catálogo de ideas en las que se enmarca un proyecto de sociedad, su alcance y definición. La centralidad bien entendida sitúa al resto de actores políticos en una posición subalterna, reactiva, que la sociedad, de manera más o menos explícita, identifica como secundaria y, por tanto, con menos posibilidades de conquistar el poder político.

Por otro lado, siguiendo a Antonio Antón, profesor de sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, habremos de distinguir dos planos en cuanto a la transversalidad: la composición sociodemográfica y la posición político-ideológica. Con la primera se alude “a cuál es la base social de una fuerza política o social, a quién y con qué prioridades se pretende defender, articular o representar”. En cuanto a la segunda, “define qué orientación sociopolítica y cultural, qué carácter o significado tienen los intereses, demandas y proyectos, más o menos universalistas o particularistas y más o menos ambiguos o definidos”.

Sobre la composición sociodemográfica, hay que decir antes que nada que todos los partidos actuales, también los canaristas, son en mayor o menor medida interclasistas. Sin entrar en el también interesante debate acerca de la definición de las clases sociales y su alcance, y fijándonos casi exclusivamente en la procedencia del voto, se puede reconocer la composición heterogénea de fuerzas cuyos votantes proceden de prácticamente todos los sectores socioeconómicos. Una lectura de los resultados electorales en muchos barrios populares de Canarias contribuiría a, por ejemplo, derribar el mito del voto de izquierda mayoritario en dichas áreas. Es precisamente en barrios acomodados de clase media y media alta donde los partidos más o menos identificados con la izquierda parecen obtener mejores frutos. Y, como en un juego de espejos, la derecha no se limita a recoger votos en distritos burgueses. Hace tiempo que las caricaturas no sirven para explicar la realidad.

El asunto de la posición político-ideológica es todavía más delicado. Conviene distinguir como elementos que intervienen sobre la misma la autoubicación de los votantes y sus posibilidades reales a la hora de influir en la dirección del partido al que votan; también las políticas concretas ejecutadas por cada fuerza y la influencia de la corrección política; la construcción del relato ideológico que explica la existencia de cada opción y una política de alianzas regida sobre todo por la aritmética; la propia heterogeneidad de los partidos y sus líderes, la forzosa competición entre actores por un mismo espacio; la teatralización de la controversia, especialmente delante de las cámaras y en las redes sociales, etc. Nos adentramos aquí en una malla de discursos no siempre coherentes que acaban por conformar el voluble e inestable escenario en el que transcurre la política realmente existente.

En mi opinión, los partidos canaristas no escapan a los perfiles menos amables de este entramado. Presentarse como fuerzas que responden en todo momento a una lógica racional, casi aséptica, no deja de ser parte de la trama necesaria. Atendiendo exclusivamente a la conjunción de centralidad y transversalidad, examinaremos solamente un plano de la actuación del canarismo de especial relevancia: la defensa de los intereses canarios ante el Gobierno de España.

Aunque Coalición Canaria, por ejemplo, estaría en un punto de partida óptimo para encarnar con mayor facilidad el papel de partido de amplio espectro nacional (por heterogeneidad, extensión territorial, fortaleza orgánica, número de votos, etc.), su insistencia en alinearse con intereses, demandas y proyectos más particularistas y exclusivamente fiados a la suerte que pueda correr el bloque de la derecha centralista a nivel estatal, hace que, en términos prácticos su tasa de ganancia en cuanto a los réditos políticos de la negociación con el Estado haya sido en esta legislatura prácticamente nula. Capacidad de negociación y ganancia con respecto a un gobierno progresista en Madrid: ínfima. Más transversalidad en el origen que centralidad en el destino.

Por otro lado, Nueva Canarias, que representa un nivel de transversalidad mucho menor, bastante alejada de lo que se le supondría a un partido de amplio espectro, puesto que está más definida ideológicamente en el campo de la izquierda nacionalista, hace de la centralidad su mayor virtud, pudiendo orientar su margen de negociación, en términos realistas y proporcionales a su peso electoral, tanto a derecha (Partido Popular) como a izquierda (Partido Socialista), presentándose ante su electorado como una fuerza más “conseguidora” que su compañera de espacio canarista, Coalición Canaria. Capacidad de negociación y ganancia con respecto a un gobierno progresista en Madrid: modesta más allá de la propaganda pero real. Más centralidad en el destino que transversalidad en el origen.

Un entendimiento entre ambas fuerzas, presidido por la vocación de servicio a Canarias y la voluntad de complementariedad desde la suma de esfuerzos sería muy beneficioso para la sociedad canaria y para el canarismo. Especialmente en un contexto complejo como el que parece avecinarse, donde la construcción de mayorías absolutas en el próximo Congreso español se intuye particularmente difícil y donde los muy diversos partidos de ámbito no estatal (PANEs) presumiblemente incrementarán su presencia y por tanto el valor de utilidad marginal de un diputado canario será directamente inexistente ante el exceso de oferta. La carambola del diputado 176 es harto improbable que se repita, o, mejor dicho, habrá muchos diputados disponibles para jugar ese rol y con demandas menos costosas para el Estado que las de un diputado canarista.

Muy distinto sería, desde luego, si habláramos de una presencia sustancialmente mayor a la actual. Sería entonces más complicado obviar el peso de un grupo de diputados y senadores canarios en las Cortes, frente a una retahíla de representantes cántabros, mallorquines, leoneses, melillenses, turolenses, etc. ¿Muy difícil? Por supuesto. ¿Imposible? En ningún caso. Ya se hizo y se puede volver a construir ese marco. Bastará con revisar prioridades y dedicar algo de tiempo y tino a algo que para nuestros políticos debería ser una obligación moral: la materialización del adecuado equilibrio entre centralidad y transversalidad como base para el canarismo del siglo XXI.

* José Miguel Martín es Coordinador de Canarismo y Democracia.