El 22 de octubre, un día para el canarismo
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Los símbolos, las efemérides, no escapan al paso del tiempo ni, por tanto, a la transformación del sentido que los vio nacer. Evolucionan al paso de la sociedad y las mentalidades por lento que éste sea. Así sucede también en el plano de la fiesta, las celebraciones populares, tradiciones y costumbres. ¿Por qué habría de extrañarnos entonces el que un día como el 22 de octubre vaya adquiriendo nuevos matices y significados con el paso de los años? Defiendo que esta fecha se convierta en un día para la comunidad canarista en su conjunto, una ocasión para el debate y la reflexión acerca de hacia dónde quiere ir el canarismo y qué ideas son las que defiende para la Canarias del siglo XXI.

Es bien sabido que un 22 de octubre de 1964 la bandera tricolor estelada fue diseñada por Antonio Cubillo durante su exilio argelino. A día de hoy, puede decirse que dicha enseña es no sólo patrimonio de los canaristas, en el más amplio sentido, sino un símbolo de amplio reconocimiento popular presente en todo tipo de ocasiones más allá de su condición de bandera no oficial, que no ilegal. Todos los principales partidos del canarismo defienden su reconocimiento oficial más allá de la reciente discusión sobre el posible añadido de una octava estrella que represente a La Graciosa. Sin embargo, no son pocas las ocasiones en las que se advierten serias incoherencias en cuanto al uso de la bandera sin descartar su invisibilización por supuestas razones de conveniencia política. Son síntomas inequívocos del escaso desarrollo y la fragilidad de un canarismo poco dado a la autorreflexión y a la adquisición de perfiles menos desdibujados que los actuales.

Cualquier movimiento nacional-popular debe no sólo aspirar a construir nación sino también a construirse como tal movimiento. Por evidente que esto parezca, ni un objetivo ni el otro han sido siempre prioritarios para el canarismo moderno, más enfocado en la idea de alcanzar el poder para gestionar la autonomía: un poder que, no olvidemos, ha sido el auténtico vertebrador de los niveles de autogobierno que hoy disfrutamos en Canarias; insuficientes, pero los mayores que hemos conocido en nuestra Historia desde el siglo XV. En cuanto a la necesidad de articular una comunidad política reunida en torno a dicho proceso de conquista del poder político para la sociedad canaria, el balance es aun más modesto.

La debilidad del propio canarismo, incapaz hasta ahora de construir estructuras que no sean habitadas exclusivamente por cargos políticos, no permite que se dote a sí mismo de presencia e influencia más allá de lo institucional como no sea por la vía de la hiperactividad y omnipresencia de un puñado de personas, obligadas a atender todos los frentes en un contexto generalizado de absoluto desplome de la participación política y de crisis de los partidos. Así, es difícil trazar objetivos más ambiciosos para organizaciones minúsculas, encapsuladas en las instituciones públicas, con unas sedes vacías salvo para algún acto ocasional y una militancia cada vez más escasa. El canarismo no ha sabido escapar a la cartelización de la política.

Ahora bien, la comunidad canarista necesita dotarse de ritos y prácticas propias, de lugares de encuentro, conmemoraciones, fechas marcadas en el calendario en las que se escenifique su voluntad de existir, de persistir y de constituirse como actor político más allá de la estricta participación electoral o de la pertenencia a tal o cual partido mientras dure el actual panorama de fragmentación y declive. El 22 de octubre debe convertirse en esa fecha de encuentro y autoafirmación; la bandera como contexto para el debate de ideas y del sentido del proyecto canarista moderno entre las distintas sensibilidades del mismo. Un día para el movimiento canarista en todas sus expresiones.

De la misma manera que el 30 de mayo pasó de ser una celebración estrictamente institucional para convertirse en la fecha por excelencia de exaltación de la canariedad y, por tanto, no patrimonio exclusivo del canarismo sino de toda la sociedad canaria en su conjunto, el 22 de octubre debe reinventarse para una comunidad política que, aunque no atraviese sus mejores momentos, no va ni mucho menos a desaparecer. No hay contradicción alguna entre ambas efemérides puesto que son en origen y en esencia distintas. El canarismo debe volcarse en la celebración de las mismas sabiendo que son diferentes pero jamás contradictorias. Es bien conocida la frase de Massimo Taparelli, pronunciada al calor de la unificación italiana: “Hemos hecho Italia, ahora hemos de hacer a los italianos”. Bien, ahora que el canarismo -reunión de todos los que consideramos a la sociedad canaria el sujeto político fundamental- empieza a visualizarse como el punto de llegada tras estos años de crisis y debilitamiento, toca hacer a las y los canaristas. Comencemos este próximo 22 de octubre.

* José Miguel Martín es Coordinador de Canarismo y Democracia.