El canarismo ante los alquileres y el mercado energético (1 de 2)
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Existe una realidad que afecta a Canarias que es más que evidente y tenemos asumida hasta casi llegar a la inmunidad: pobreza, desempleo, falta de oportunidades, numerosas dificultades para emprender, presión demográfica, escasez de aguas de abasto, destrucción territorial y un desconocimiento generalizado del valor real de las islas; su historia, su cultura y naturaleza, flora y fauna. Esta inmunidad y falta de acción por parte de la gran mayoría, que se conforma con “buscarse la vida” de manera individual, se nutre de estas sobrecogedoras dificultades que conforman, sin lugar a dudas, la suma individual de muchos dramas humanos a un drama social colectivo que vivimos hoy en día, pero que llevamos arrastrando durante siglos. La pobreza y las dificultades socioeconómicas prácticamente nos han moldeado como sociedad.

El problema de Canarias, según los economistas y políticos, radica en la falta de competitividad de nuestro territorio dada su ubicación geográfica y partición en ocho mercados geográficos  individuales. Nuestra posición como “región ultraperiférica” (RUP) radica en la aceptación generalizada de las islas como un lugar de escasa competitividad, apéndice de otro lugar con mayor competitividad, Europa y España. Debemos darnos cuenta que nuestra escasa competitividad, en parte, radica en que precisamente no podemos competir en igualdad de condiciones ante estados con poblaciones de mayor poder adquisitivo. Para poder competir debemos aprovecharnos de nuestro hecho diferencial. Pero primero debemos identificar el problema y éste, en parte, viene dado de los derechos que permiten el acceso de 450 millones de personas a nuestra tierra en igualdad de condiciones y que mina las posibilidades que tienen los canarios de poder mejorar su posición socioeconómica en su tierra. No debemos sorprendernos de tener la mayor tasa de alquiler del Estado español o que las viviendas tengan un precio exorbitante. Es el resultado directo de las políticas europeas y españolas. Da igual si somos gallegos residiendo en Canarias o canarios de siglos atrás, la vivienda sube a un precio muy por encima de la renta local y hará que nuestros hijos tengan imposible la adquisición de una vivienda. Los que se queden aquí tendrán que alquilar el resto de sus vidas.

Este es solo un ejemplo de la trampa y la hipocresía tanto del Estado español como de la Unión Europea: se nos pide igualdad de condiciones – no nos olvidemos del rechazo por parte de la Comisión Europea al Plan Estratégico de Empleo de las Islas Canarias (2008-2013) liderado por el Gobierno de Canarias por prever “medidas que pueden favorecer a los trabajadores residentes en las Islas Canarias más que a los trabajadores migrantes” (carta de Nikolaus G. van der Pas, 07 Octubre 2008) porque dice que, favoreciendo a los trabajadores residentes en las islas atenta contra el libre movimiento de trabajadores. Es una igualdad de condiciones que mantiene la desigualdad existente. 

¿Cómo que no se pueden implementar medidas para absorber una tasa de desempleo local del 30%? Al poner los migrantes en igualdad de condiciones, se fomenta la llegada de trabajadores con mejores currículos y estudios superiores ante los locales, lo cual derriba cualquier oportunidad a que nuestros jóvenes puedan tener una experiencia laboral mejor, quedándose estancados y engrosando las filas del desempleo. Y ante el escándalo que supone que lo mejor que puede hacer un canario es marcharse a vivir fuera, ¿no es preferible que las islas puedan brindar la oportunidad a sus gentes de elegir si emigrar o no?

Estamos totalmente atrapados por un mercado común que jamás podrá defender nuestros intereses porque debe servir a más de 450 millones de europeos más. No es por maldad, sino nuestra realidad geográfica que, ante la incapacidad del Estado español y la Unión Europea de flexibilizarse para dar cabida a un archipiélago cuya posición y estructura económica no conforma con la realidad del proyecto europeo, nos encontramos en el peor de ambos mundos: dependientes del dinero extranjero que alimenta nuestro gobierno a través del régimen común (calculado en Madrid) y ayudas europeas; y sin poder usar nuestra ubicación para nuestra mejora social y económica a través de nuestra apertura a mercados externos a Europa. Estamos atrapados por el Estado español, que continúa subsidiando nuestros mercados, convertidos en monopolios (mercado energético, aéreo, navieras, supermercados, minoristas, etc), en detrimento de cualquier emprendedor o pequeña empresa y dejando la Cámara de Comercio en Canarias sin actores locales. Un Estado español que prefiere subsidiar un territorio que tiene un enorme potencial energético, por ejemplo, a favor de grandes empresas e intereses particulares – 400M de euros en subsidios anuales van dirigidos a pagar los buques que vienen a alimentar de fuel nuestras centrales térmicas. Con la cantidad de energía que tenemos a través de las horas de luz y sol, fuerza de la marea, viento continuo y calor volcánico, ¿cómo podemos permitir que en Canarias la mezcla de energías fósiles supere ampliamente el 80%? La ingente cantidad de energía renovable es nuestro hecho diferencial y debemos aprovecharla.

* David Wilner es miembro de Canarismo y Democracia.