El canarismo: un hiperónimo
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Desde que se pusiera nuevamente en circulación el vocablo canarismo con la acepción de “espacio socio-político que incluye a partidos de obediencia canaria y de distinta sensibilidad ideológica” allá por 2020, muchas han sido las reacciones de todo tipo. Se trata de un escenario absolutamente esperable en un contexto de redefinición y reorganización que, en mi humilde opinión, debe desembocar en altos niveles de unidad que se concreten, como mínimo, en una única opción electoral. En estas líneas intentaré caracterizar dichas reacciones.

En primer lugar, algunas personas han expresado un abierto rechazo a la utilización de este término. Entre ellas se deja sentir una indisimulada priorización del eje izquierda-derecha que les impide pensar que pueda haber otras formas de organizar el espectro de partidos en Canarias. Podemos distinguir dos subcategorías en este grupo: quienes niegan que deba existir una clasificación que recoja la tensión entre Canarias y el Estado y, por otro lado, los que sin negarla, de manera más o menos explícita, la tienen por secundaria. No son pocos los canaristas en este segundo grupo. Aunque no es una tendencia mayoritaria ni dominante, es innegable la permanencia de una sensibilidad que no acepta cualquier otra posibilidad que no sea la de ser considerados “de izquierda” junto con “nacionalistas”.

También ha habido actitudes de incomprensión antes que rechazo por parte de quienes, por la razón que sea, insisten en confundir el canarismo con la canariedad. Hablamos de ámbitos distintos aunque, bien es verdad, no totalmente desconectados. Interesa que el canarismo, sin tener la exclusiva de la canariedad, atienda y participe de los debates de la misma. Un canarismo fuerte debe también tener una concepción sólida y sobre todo renovada acerca de la cuestión identitaria. Lo contrario sería dejación de funciones.

Hay sectores que tímidamente empiezan a asumir el canarismo por la vía de añadir algún adjetivo que reduzca el ámbito de aplicación de lo que seguramente perciban como un concepto demasiado amplio como para sentirse del todo cómodos. No deja de ser legítimo. Sin embargo, es igualmente legítimo cuestionar algunas adjetivaciones si lo que se busca es levantar algunas barreras discutibles. En cualquier caso es esperable que surjan más combinaciones como canarismo “progresista”, “socioliberal”, “democratacristiano”, “conservador”, etc. en un intento de precisar más y, particularmente, atenuar posibles críticas.

Finalmente, no faltan quienes piensan que el canarismo supone algo así como una rebaja en el tono y las aspiraciones de personas y partidos que llevan décadas denominándose a sí mismos como nacionalistas. En mi opinión, es un error. El canarismo es un hiperónimo, como bien debe saber Juan Manuel García Ramos. Incluye a autonomistas, regionalistas, federalistas, soberanistas, nacionalistas, independentistas, etc. Los reúne, por tanto, la voluntad de constituirse como fuerzas “de estricta obediencia canaria”.

El concepto de canarismo, por sí mismo, nada dice de la intensidad y alcance que tenga que adoptar este espacio socio-político, algo que vendrá determinado por la coyuntura histórica, las demandas sociales, los apoyos electorales, etc. en cada momento. En un partido de amplio espectro siempre habrá quienes quieran ir más rápido y más lejos, sin que por ello nadie se rasgue las vestiduras. A partir de ahí, es una radical cultura democrática la que debe ordenar la convivencia y las demandas de tantas sensibilidades.

Son tiempos de cambio y aún no se vislumbra el puerto de llegada. No son de extrañar reacciones como las arriba mencionadas y tampoco deben suponer ningún problema añadido. Más allá del cortoplacismo, se debe seguir mirando con luces largas. El canarismo realmente existente de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI ha sido fundamentalmente autonomista. Una afirmación así parte del realismo más absoluto y no puede ser vista como un ataque. Parece más honesto coincidir en este punto de partida que seguir apuntalando la ficción de que puede existir un nacionalismo sin construcción nacional.

*José Miguel Martín es coordinador de Canarismo y Democracia.