Un 15-M contra la desmemoria
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No está de más hacer memoria de tanto en tanto. No se puede vivir instalado en ella pero tampoco en la desmemoria. Viví el 15-M en Madrid. No participé en él, no sentía que fuera conmigo pero sí lo vi gestarse en los años inmediatamente anteriores, conocía sus demandas de primera mano y también tuve algún contacto esporádico con algunos de sus miembros más destacados. De alguna manera, se sentía que se anunciaba algo nuevo pero creo que ni los más atentos observadores pudieron adivinar las dimensiones que aquellas expresiones de protesta,  tan parciales en un principio, acabarían adoptando.

Empezaré por lo obvio, algo que se está dejando de lado intencionadamente estos días, en un ejercicio de amnesia colectiva del que no puedo formar parte: lo que comúnmente llamamos hoy 15-M nació contra las políticas del PSOE, que gobernaba desde 2004 y siguió haciéndolo hasta 2011. Fue precisamente este “movimiento de movimientos”, como también se le llamó, quien contribuyó a precipitar su caída, dando paso al gobierno del Partido Popular. No quiero decir, de ninguna manera, que los indignados, como entonces se les solía llamar, desearan tal cosa pero es innegable la relación causa-efecto, siempre contando con que rara vez fenómenos tan complejos encuentran explicaciones monocausales.

Es preciso que no nos enreden en la secuencia de los hechos. En 2004, tras el atentado terrorista del 11-M, resulta elegido José Luis Rodríguez Zapatero. Se producen entonces una serie de medidas indudablemente progresistas: significativamente, la retirada de las tropas españolas de Irak y la aprobación del matrimonio homosexual. En 2006, la crisis financiera se empieza a barruntar bajo la forma de colapso de la burbuja inmobiliaria en EE.UU. Durante dos años, el gobierno del PSOE hace todos los esfuerzos por, en una huida hacia adelante, pregonar la fortaleza de la economía española, la cual se supone que iba a adelantar a la italiana por esas fechas. Pajaritos preñados.

En 2008, segunda legislatura de Zapatero, no queda más remedio que oficializar el comienzo de la crisis. Nunca coló lo de la “desaceleración acelerada”. De esta fecha data el Plan E, una medida anticíclica que buscaba inyectar capital en la economía por la vía de las administraciones locales, destinándolo a fomento del empleo, apoyo a las familias, modernización de la economía, etc. No sería hasta dos años más tarde que se ejecutan los recortes más drásticos: subida del IVA al 18%, recortes en el salario de los empleados públicos, congelación de las pensiones, vuelta atrás en medidas como el “cheque-bebé”, drásticos recortes en inversiones y desarrollo, retraso de la jubilación hasta los 67 años, etc. Todo esto se hizo con un gobierno socialista. No entro a calificar si se podía haber hecho mejor o peor, o simplemente otra cosa. Únicamente, quiero traer al presente el contexto en el que nace el 15-M. No es contra el PP sino contra el PSOE que nace este movimiento.

La segunda legislatura del PSOE aún contaría con una coda de interés para la memoria histórica: la reforma de 2011 con el fin de incluir en la Constitución la “estabilidad presupuestaria”. Dicha reforma se haría con el apoyo sin fisuras del Partido Socialista, Partido Popular y Unión del Pueblo Navarro. El resto de grupos parlamentarios, nacionalistas canarios incluidos, se opondrían infructuosamente a la misma. Decían, con razón, y también lo decían los indignados, que la Constitución se reformaba con increíble facilidad para consagrar una doctrina económica que traería más sufrimiento y penurias a la ciudadanía. Creo que se puede afirmar sin faltar a la verdad que la Historia les ha dado la razón. El PSOE no puede hacer como que no estuvo allí. Tampoco se les debe blanquear. Fueron sus principales instigadores, al dictado de los hombres de negro de Bruselas.

El Partido Popular llegó al poder en noviembre de 2011, como señalé más arriba, ayudado por el auténtico misil en la línea de flotación que supuso un movimiento que políticamente se expresó, sobre todo, como una reacción a las políticas ultraliberales y de recortes ejecutadas por el Partido Socialista. Esa ingente marea no hizo sino crecer, espoleada por la nueva vuelta de tuerca que supuso la llegada del Rajoy a La Moncloa, hasta transmutarse en opción política para las Elecciones europeas de 2015 con los excelentes resultados por todos conocidos.

Éste fue, grosso modo, el itinerario recorrido desde aquellos días de Sol. Quise recordarlo porque lo viví como espectador pero también para que sirva de antídoto contra las interpretaciones interesadas de los hechos, no pocas veces por parte de sus propios protagonistas, que convenientemente olvidan contra quiénes luchaban entonces, aquella casta hoy tan inequívocamente familiar.

* José Miguel Martín, miembro de Canarismo y Democracia