Pasaporte sin privilegios
Tiempo de lectura: 3 minutos

Si la cordura no se impone antes, el mercadeo de las vacunas anticovid añadirá nuevos mecanismos de discriminación en este mundo cruel. La fabricación y la distribución del fármaco protector han dejado en ridículo las previsiones políticas, imponiendo la lógica de la compraventa por encima de cualquier otra consideración. Todavía está la Comisión Europea corriendo detrás de los millones pagados a las multinacionales para obligarlas a entregar la mercancía, mientras los gobiernos tratan de convencer a los votantes de la bondad de sus improvisaciones. Es por eso que el relato oficial exalta los porcentajes y los incluye en el discurso; las víctimas son números, los muertos fatalidad, y los vivos economía.

Para cuadrar esa contabilidad, los eficientes gestores de lo público preparan un atajo a la felicidad colectiva. La ruta que permitirá salir de este desastre todos juntos, a la vez, sin que nadie quede atrás. Para moverse por los territorios del paraíso europeo será necesario un pasaporte sanitario. A un lado los vacunados, al otro los que aún están en la cola, y al fondo los que no aparecen en ninguna lista, esos que no tienen a dónde ir. Es la consagración del espejismo, la fantasía de una curación certificada por la mecánica financiera. El sueño barato y triste de los independentistas trasnochados.

La fórmula no es exclusiva; otros países ya tienen muy desarrollados similares mecanismos de control, dispuestos a soportar este tráfico de datos con tal de elevar el consumo y animar a la tropa. Los grandes almacenes se encargarán de poner precio a esta dinámica, que todo habrá que pagarlo. Tienen dudas los médicos, porque la vacuna no impide los contagios y aumentará la falsa sensación de seguridad que invita a relajar la precauciones. También los abogados, porque mientras no esté vacunada toda la población, cualquier beneficio para un grupo sería un beneficio fuera de la ley. Claro que aquí las leyes se adaptan a la conveniencia del momento. Una plaga incrustada en las moquetas de los despachos se encarga de agilizar esos procesos. Como usted ya sabe, al menos por aquí no se aceptan privilegios.